
Una charla sobre la importancia de diseñar cursos masivos abiertos y en línea (MOOCs) con entornos educativos acogedores y que provean apoyo psicológico oportuno a sus participantes realizó el investigador de la Universidad de Stanford, René Kizilcec.
El experto, quien realizó una estadía de investigación en la Escuela de Ingeniería UC, en el marco del proyecto MOOC Maker, ofreció la exposición, “Supporting online learners with theory-based interventions at scale”, en la cual presentó las principales conclusiones de un estudio de la Universidad de Stanford que tomó como muestra un universo de 18.000 estudiantes de cursos en formato MOOC.
“Quiero hablarles sobre cómo pequeñas cosas pueden tener un gran efecto. Acciones que, si son aplicadas en la escala adecuada, pueden ayudar a las personas a lograr sus metas”, dijo el cientista social y candidato a doctor del Departamento de Comunicación de la universidad estadounidense.
“Cuando surgieron los MOOCs se pensó que podrían democratizar la educación y reducir la brecha entre países desarrollados y no desarrollados en cuanto a niveles educativos”, continuó Kizilcec. “Lo que vemos hoy es que, pese a que la cifra de inscritos en estos cursos asciende a 34 millones de estudiantes, sólo una baja proporción de ellos logra completarlos”, aseguró el investigador.
Al profundizar en este punto, detalló que la investigación realizada con los investigadores de la universidad estadounidense, Chris Piech y Emily Schneider, identificó a cuatro tipos de participantes de MOOCs: los que ven el primer video del curso y después lo abandonan; los que logran terminar el proceso de instrucción y reciben su certificado; los que toman estos cursos y los siguen aplicadamente hasta que, en cierto momento, los abandonan; y, finalmente, los estudiantes que sólo se dedican a ver los videos de los cursos, no hacen tareas, no estudian y pese a ello, piensan que aprendieron tanto como quienes completaron el curso.
“¿Cómo apoyar a estas personas para que puedan alcanzar sus metas?”, planteó el investigador de la Universidad de Stanford. Para responder a esta pregunta, la investigación liderada por René Kizilcec, tomó como base las teorías psicológicas de contraste mental e intención de implementación desarrolladas por los investigadores de la Universidad de Nueva York, NYU, Gabriele Oettingen y Peter M. Gollwitzer; y amenaza de la identidad social propuesta por Claude Steele, Steven Spencer y Joshua Aronson.
“Hicimos una serie de experimentos. En el primero comparamos estrategia de contraste mental con intención de implementación (MCII, por sus siglas en inglés) con un grupo de control formado por estudiantes de dos cursos: uno sobre negocios y el otro sobre ciencia de la computación. El segundo estudio apuntó al grupo de control. A cada estudiante se le pidió, al principio de ambos cursos, escribir acerca de los obstáculos que veían para concluirlos.
Estos obstáculos fueron resumidos en tres tipos: compromisos regulares, como trabajo, familia, horarios ocupados; barreras de lenguaje; y dificultades técnicas en la conexión a internet. “Lo que descubrimos fue que, en este tipo de intervención, la estrategia MCII funciona mejor para un tipo muy particular de grupo: personas provenientes de culturas individualistas que tienen que enfrentar compromisos regulares. También encontramos una oportunidad para segmentar los cursos adecuados para cada participante, de acuerdo a su contexto”, comentó René Kizilcec.
La segunda intervención apuntó a la identidad social en función del rendimiento académico y fue realizada en dos cursos MOOC: uno en ciencia de la computación y otro en políticas públicas. “La amenaza de la identidad social es el temor a ser juzgado negativamente sólo por provenir de cierto país, tener cierta raza o por pertenecer a determinado grupo social”, explicó René Kizilcec, quien precisó que “hay personas que sienten temor de que, si les va mal, esto confirmará que el prejuicio acerca de su grupo de pertenencia es cierto y, por esta preocupación, no lograrán un rendimiento adecuado”.
Para este caso se utilizaron dos tipos de intervenciones psicológicas. En la primera se pidió a los estudiantes reflexionar sobre el valor que daban al hecho de tomar el curso y los beneficios de aprobarlo como, por ejemplo, mejorar su autoconcepto, aspirar a un mejor trabajo y pasar más tiempo con sus familias. Finalmente, se solicitó a los participantes que traspasaran por escrito las lecciones aprendidas a otros estudiantes que estuvieran a punto de iniciar el curso, como una forma de sentir que estaban ayudando a otras personas. “Hay estudios que dicen que no es bueno que los participantes en este tipo de investigaciones sientan que están siendo ayudadas, porque esta percepción puede alterar los efectos esperados”, aclaró René Kizilcec.

Entre los resultados de esta segunda intervención se observó un alza de 17% a 40% en las tasas de término de cursos por parte de estudiantes de países menos desarrollados. Un resultado que, según confirmó el investigador de Stanford, permite concluir que “intervenciones como las realizadas en esta investigación pueden tener grandes efectos, sin modificar barreras estructurales como la falta de conocimiento previo o el origen social”.
“Lo que estas intervenciones cambiaron fue la manera en que los participantes de cursos masivos y en línea enfrentan eventuales amenazas”, agregó el investigador de la Universidad de Stanford. “Lo que continúa en el terreno de lo incierto es descubrir la manera adecuada de diseñar ambientes acogedores y proveer el apoyo psicológico necesario para cuando sea requerido. Sólo podrán desarrollarse MOOCs que, además de ser accesibles para todo el mundo, también provean las oportunidades para que sus participantes los terminen exitosamente y, de esta manera, cumplir cabalmente con la promesa de democratizar la enseñanza”, concluyó.
Ingrese aquí para conocer las próximas actividades del proyecto MOOC-Maker en Ingeniería UC.